jueves, 5 de junio de 2008

El Rocío después de Pentecostés

He vuelto al Rocío. La aldea me ha recibido extendiendo bajo mis pisadas la arena esponjosa y seca y abriendo en el horizonte, que se prolonga hacia el Atlántico, la Madre de las Marismas donde pastaba una piara de caballos.
Un guardacoches de piel tostada y carencia de identificación me ha pedido un euro y la voluntad por dejar el vehículo aparcado bajo la inclemencia del sol tras los troncos clavados que limitan a los ingenios rodantes el acceso a la explanada que se extiende ante el Santuario. Y he entrado en él. Semivacio.Pero vacío, no. Nunca. Serían las cuatro de la tarde y el ciego que pregona ante la puerta seguía allí. Tal vez se vea – o no se vea, se sienta- obligado a echar horas extraordinarias, me dije, pero cuando continúa es porque vende cupones. En la Blanca Catedral marismeña siempre hay fieles que acuden a postrarse ante la Virgen.
El suelo estaba limpio y el altar, brillante. Yo, como rociero antiguo, de aquellos tiempos en los que la presentación de las hermandades daba comienzo a las cinco de la tarde del sábado, añoro la sencillez cercana del que precedió a este desbordamiento de oros y volutas. Y no sé si la Junta de Gobierno de la Hermandad Matriz ha previsto el abultado presupuesto que habrá de invertir de aquí a nada en la limpieza de las esculturas que lo adornan. Porque cuando la arena desprendida de los botos de la multitud de romeros de los días grandes, convertida en polvo, asciende hasta las bóvedas no hay quien les libre de ser afectados por esa capa blanquecina que alguien denominó con exagerada metáfora el incienso de la marisma.
Pero, con independencia de esto, otros temas cautivaron mi atención. Un grupo de adolescentes hijos de emigrantes europeos, trabajadores ocasionales en la recolección de las fresas, postrados devotamente ante el altar. Y una muchachilla que avanzó entre los bancos abrazada por los hombros por un acompañante de su misma edad, al que dejó sentado en ellos para encaminarse sola y subir hasta la baranda que circunda el presbiterio aferrandose a los barrotes mirando la cara de la imagen. Estuvo así largo rato. Cuando regresó a los bancos, descendió los escalones protegiéndose con las manos el bajo vientre. Y advertí que estaba embarazada.

3 comentarios:

Moe de Triana dijo...

¡Mú buenas miarma!

Interesántisimo el bló, además de los que se actualizan a diario, ¡ole ahí!

Sobre este tema que decir...Pués que como bién narras, el Rocio es el Rocio todo el año, y es una alegría vivirlo así...

"Que seria del mundo
sino se oyeran en la marisma
las voces de aquel gentío
capaces de atravesar
hasta el desierto más sombrío
Ya que sin contemplar tu mirada
se sentirían enormemente vacíos
pues no saben que sería del mundo
si no te tuvieran, Rocío"
.


¡Un saludasso!

P.D: Si se te apetece una servessita no dudes en asomarte por la tasquita.

Herodes Antipas dijo...

Esa es la grandeza de los corazones rocieros: no tienen edad ni verguenza de demostrar su amor ante la Señora.
La Virgen nos espera siempre con los brazos abiertos. Ella no necesita llamar a nadie, y al igual que el Señor de Sevilla, nunca estará sola, porque siempre habrá alguién en alguna parte del mundo que piense en Ella.
Un cordial saludo, y gracias por esta entrada tan sentida.

Francisco Reyes dijo...

Me ha encantado el comentario. No se puede pintar mejor ese lienzo rociero de entreromerias, cuando la primavera está ya languideciendo. He visto en sus palabras hasta el sol del atardecer besando la "blanca catedral marismeña". Que bonita esta la aldea con la bulla, pero más lo está en esa semisoledad. Pero la virgen es la misma, conla misma majestad, con la misma sencillez. Yo, ya lo voy comprobando. Llegué la primera vez con 20 y ya cuento 41 años. La virgen siempre está igual, dispuesta a recibirte con su amor.
Me hace mucha ilusión que usted pueda llegar a leer estas letras. Le admiro. Desde pequeño, cuando retransmitía las procesiones de la Semana Santa en TVE, me fascinan sus comentarios.Empezó a fomentar en mi un cariño por la semana Santa en general y la de Sevilla en particular, que todavía mantengo y acrecento, viajando desde Torrevieja cada vez que puedo.

Un saludo, garridobustamante. El blog ya lo tengo en favoritos.