lunes, 23 de junio de 2008

Elecciones cofrades. Programas y candidatos.

Los programas de los candidatos a presidir una Junta de Gobierno que se cursan a todos los hermanos como material electoral en los días previos a la fecha fijada para la celebración de un Cabildo de elecciones se parecen mucho a las tarjetas de visita. Te deja una tarjeta de visita en cartulina de primera con las letras impresas en relieve y mucho título y mucho despacho y mucho teléfono y móvil y página web ese que tu conoces, que ya te la jugó tiempo atrás y que es capaz de vender a su padre para conseguir una medalla de latón y tu te dices por lo bajini ”¡venga ya!” .Y, sin embargo, te alarga el trocito impreso uno que no se atreve a poner más en él porque es consciente de lo que valen las promesas y de lo que significan para los hombres los compromisos adquiridos y tu piensas “este es de los novilleros antiguos, de los que le alquilaban a Manfredi el vestío de torear y se lo devolvían hecho unos zorros por haber soportado las numerosas volteretas que había sufrido por meterse entre los pitones”.
Y entre una tarjeta y otra, como entre los folios de los programas de los candidatos, la experiencia te obliga a preferir sabiamente no la letra inglesa y los resaltes del relieve, sino la escueta impresión a palo seco en la cartulinilla barata.
Esta sensación se acrecienta cuando el que entrega la tarjeta – entiendase el que firma el programa -reincide en el cargo. La reincidencia cofrade es muy peligrosa para el reincidente. Y más en esta tierra nuestra, propensa a sacarle la punta a todo. El candidato que ya tuvo ocasión de desarrollar un programa ambicioso en el curso de su mandato y vuelve ahora, con otro en cuya redacción se aproxima bastante a lo que escribió entonces, suele correr el peligro de que la buena memoria de alguno que otro sustente un incómodo “¿por qué no lo hiciste antes?” que lo puede descolocar con peligro cierto para su estabilidad en las urnas.
El novel suele traer un aire nuevo, una bocanada limpia, empapada de buenas intenciones y se fortalece cuando lo primero que ofrece a la colectividad cuya confianza solicita es un grupo cohesionado de hermanos conocidos, muchos de ellos con larga y ejemplar trayectoria de servicio a la hermandad, dispuestos como una piña a secundarle en sus trabajos.
Y, muy importante, como no estuvo antes en ese puesto tan decisivo y relevante que es el de hermano mayor en una cofradía, carece de antecedentes, no penales sino “penosos”, que son todos los de aquellos sentimentalmente heridos que pudo haber dejado en el camino.

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