lunes, 16 de junio de 2008

Entre pena y alegría.

De entierro estuve en la Caridad. Acudir a las ceremonias religiosa y profana de un sepelio y hacerlo en la Iglesia del Hospital que fundara el Venerable Don Miguel de Mañara, para un sevillano es vestirse de luto dos veces. Yo hace tiempo que entro sin quitarme las gafas de sol.Para que no me deslumbre esa luz que no se sabe de donde viene y arranca reflejos luctuosos de la carroña que viste de podredumbre los oros marchitos de los cuadros de Valdés Leal: “in ictu oculi.” “En un abrir y cerrar de ojos” me tiene que ocurrir lo mismo que le ha sucedido al amigo que preside la ceremonia embutido en su abrigo de madera. ¡Vaya tela!... Y el amigo de hoy era Nicolás Valero. Otro más. Como decía no sé quien: “De un tiempo a esta parte se están muriendo tantos amigos, que, al final no va a ir nadie a mi entierro”. Hay que pensarlo por seguir esa costumbre tan nuestra de ofrecerle a la muerte la muletilla plegada del desafío de Pepe Luis con el cartucho de pescao del chascarrillo que vaya usted a saber si en origen fue la frase de otro asistente tan conturbado como el que suscribe.
Nicolás me contó en un banco de la plaza del Duque una noche de insomnio veraniego su proyecto, que más parecía sueño imposible alumbrado por el calor, de su Centro Español de Nuevas Profesiones. Pero fue capaz de hacerlo realidad. Como otras muchas ideas felices para cuya ejecución no titubeaba en proponer que se sumasen a su aventura los más influyentes de su entorno.
Se casó con Teresa Garrido Conde que fue compañera mía en el Centro Territorial de Televisión Española cuando se hallaba instalado en el chalet de la Palmera a donde lo llevó otro sevillano también fallecido, Paco Narbona.
No es cosa que haga aquí el canto exequial de Nicolás para lo que me faltaría espacio, pero quiero decir con esto que su desaparición me ha afectado bastante y me he sentido desamparado y triste.
Mas, al salir del templo, me aguardaba la alegría. Saludé a mi admirado Antonio Burgos a quien telefonéo de vez en cuando para trasladarle mi aplauso por sus comentarios en ABC y me sorprendió su felicitación hacia mí por mi redacción de estas breves reseñas de la vida diaria a la que me entrego con mas voluntad que acierto, confesándose como lector habitual de este Blog.
Como yo, igual que otros muchos que nos dedicamos a esto, lo digan o no, tengo a Antonio por uno de mis padres literarios, pues, ¿qué quieren ustedes?, me sentí profundamente halagado. Tanto que no he dudado en traer mi emoción a estos renglones y, si me suponen enrojecido, disimulo mi tardío rubor diciendo que es por el calor que he pasado en la iglesia de Don Miguel a pesar de la cercanía de uno de sus ventiladores.

2 comentarios:

Angelmo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Moe de Triana dijo...

Aquí ando actualizando mi bló y de camino asomándome por el tuyo como to los dias miarma...

Me alegra que dentro del desconcierto encontraras esa chispita de felicidad que te ha hecho escribir esta entradita.

¡Un saludasso!

P.D: Miarma, en el código de verificación este tengo teclear más que pa sacar dinero con la tarjeta...