domingo, 29 de junio de 2008

Una pregunta sobre el humor.

Aquel hombre vivía feliz. Leía los periódicos. Oía la radio. Atendía las conversaciones sobre cuestiones actuales entre familiares y amigos… Y escuchaba a su mujer para que no le tildasen de maltratador porque ya sabe usted que si su parienta viene de la peluquería y le pregunta eso de ¿qué tal? y usted tiene todos sus cinco sentidos puestos en el gol de Guiza que se lo están repitiendo por la tele y no le responde puede ser tildado de eso. (Más o menos es lo que se desprende de una “cuña” que emiten las emisoras de vez en cuando).
Y, como era feliz, y deseaba continuar siéndolo, el coste de la vida hasta ahora no le había preocupado en demasía. Su actitud ante las variaciones del IPC se desprendía de una frase que repetía cuando llegaba la ocasión: “¿qué sube la gasolina?... me da igual. Yo siempre le pongo a mi coche veinte euros…”
La luz roja intermitente de la alarma empezó a parpadear cuando el vehículo se negó a llegar a la playa el fin de semana con ese suministro… le siguió parpadeando cuando en el chiringuito pagó por dos cervezas y sus correspondientes sardinas asadas casi el doble de lo que abonaba el año anterior y se fundió de parpadear tanto cuando dos ciudadanos que, como él, se tostaban al sol sobre la arena, pegaron la hebra y en vez de hablar de los últimos acontecimientos del fútbol o del toreo revolucionario de José Tomás, tuvieron el mal gusto de comentar los precios de los alimentos y dijeron que el trigo se ha encarecido un 130 por ciento entre marzo de 2007 y 2008… el arroz un 74 por ciento y el maíz un 31 por ciento.
Estas conversaciones deberían estar prohibidas en la playa. Determinado tipo de cuestiones no deben sacarse en una charla de sobremesa tras una buena comida ni en los lugares de asueto porque las digestiones se cortan y el descanso relajado se desvanece entre los nubarrones de la preocupación.
Por eso el Gobierno que celosamente como un padre cuida de la salud mental y el reposo debido de sus gobernados creó el Ministerio de Igualdad y lo puso al cuidado de Bibiana Aido y, por si fuera poco, elevó a Miguel Sebastián a Ministro de Industria, Comercio y Turismo.
El emparejamiento no es ocioso. Si la gaditana más ilustre de los últimos tiempos, la Excelentísima doña Bibiana, ha demostrado su originalidad y buen humor con aportaciones tan relevantes como las palabras “miembra” y “cultura inferiorizada” , el señor Ministro ha seguido su camino y, ante la subida de la tarifa de la luz en un 5.6 por ciento que, para la mayoría de los consumidores será mayor, ha afirmado con flemática seriedad que el Gobierno lo hace “por el bien de España y del planeta”. Esto tiene una gracia que no se puede aguantá.
Pero ¿qué es?... ¿Humor inglés o humor perverso?

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