jueves, 28 de agosto de 2008

Dineros

La sangría insistente y descarada a que someten al pueblo español los catalanes exigiendo cada vez más y más dinero ofrece un aspecto positivo y es que ponen sobre la mesa marmórea antigua de la taberna de pueblo la cuestión siempre espinosa de los dineros a la que los políticos suelen referirse de manera incomprensible y críptica como los médicos cuando desean comentar entre ellos la gravedad de una enfermedad sin que se entere el paciente para no alarmarle.
Felipe González aceptó, a regañadientes, en 1993, la cesión a la Generalidad del 15% del total recaudado por el IRPF en Cataluña. El líder socialista había ganado por cuarta vez las elecciones generales pero no disponía de mayoría absoluta y necesitaba este apoyo de Pujol, de manera que no tuvo más remedio que someterse a su chantaje.
¿Parece dura la palabra?... Distinguidos comentaristas la han empleado antes sin que se haya oído ni un apagado grito de protesta
En 1996, Aznar duplicó las concesiones de González y aumentó a la Generalidad el IRPF en Cataluña multiplicándolo por dos, amén de modificar a su favor otros tributos de respetable cuantía.
Se sometió al chantaje (otra vez la palabrita) nacionalista porque venció en las generales de 1996 pero carecía igualmente de mayoría absoluta. (*)
La dentellada a la bolsa de las monedas fortaleció al gobierno catalán,”que vive en el despilfarro y la suntuosidad, en el nepotismo y la largueza.” (Luis Maria Ansón. “El Imparcial”
11.8.2008)
Ahora, la Generalidad todavía quiere más, aumentando su factura, otra vez, al doble de la anterior. Empezamos en el quince, subimos al treinta y ahora piden el 60% del IRPF en Cataluña, más el IVA e impuestos sobre el alcohol y el tabaco.
De seguir esta escalada, la vez próxima el porcentaje alcanzará el 120 % con lo que, aparte de cederles todo el IRPF recaudado allí, habremos de poner una quinta parte más.
¿Se puede aguantar esto?
¿Quién tiene la culpa?... El españolito medio, el honrado pueblerino sentado ante su vaso de mosto, se echa las manos a la cabeza cuando se entera que son los pequeños partidos nacionalistas los que mueven este tinglado y que es él y su familia y sus amigos y conocidos quienes los están subvencionando precisamente con el IRPF que les exige Hacienda cada año.
Es lógico que, con un razonamiento elemental, se pregunte porqué si en su Declaración anual sobre la Renta ha de poner si quiere pagar o no a la Iglesia, no soliciten su aprobación para pagar o no a estos partidos chupa sangres que cada vez le meten con mayor descaro la mano en la cartera.
A su lado se sienta un enteradillo de ciudad que sugiere solicitar al Gobierno que cada cual se pague lo suyo o lo que quieran los contribuyentes. Que así como se pide que la Iglesia viva de las limosnas, los partidos políticos vivan de las cuotas de sus militantes, sobre todo éstos que callan como putas cuando alguien se atreve a hablar de lo que trincan del presupuesto.
El del mosto le echa una mirada antigua, vieja, sabia y escarmentada y apura el vaso de un solo trago.
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(*).- La apelación de chantaje a esta práctica de los políticos catalanes del momento se ha hecho tan habitual que se reitera sin que nadie se muestre ofendido. La última que he leído aparece en la página 11 de El País del 16 de agosto de 2006: “El Gobierno da por hecho que será una negociación difícil y prolongada en el tiempo, como siempre que se ha abordado la financiación. No dudan de que Montilla defenderá al máximo su posición, pero evitando las estridencias y, sobre todo, los chantajes como el del veto a los Presupuestos tal y como ha hecho en otras negociaciones”

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