sábado, 25 de octubre de 2008

Coincidencias.

En ocasiones resulta angustioso.Si se está viendo la tele y se ponen a charlar al lado, lo normal es que se suba la voz y que entren los que hablan en una competencia de volumen sonoro con los que disertan desde la pantalla. Habitual es también el protagonismo del mando y el intento de compensar el sonido con lo que, automáticamente, elevan su voz los parlantes.

A veces ocurre. Los de las notas hertzianas no lo aprecian y, por tanto, no lo pueden remediar.Los del entorno doméstico, sí. Y suelen hacerlo. Pero mientras tanto el telespectador atento ha perdido una parte sustancial del mensaje televisado.

Acaba de sucederme.Hablaba ese distinguido político con cuyo apellido se llama a los reyes rusos… luego Montoro, un ex ministro que sabe tela de economía y por último un encumbrado sindicalista. Los dos primeros se referían al aumento de la tasa de paro. Ya digo que perdí un fragmento alargado de sus frases pero advertí la coincidencia de ambos en un vocablo: “vertiginoso”.

Me pareció acertado y descriptivo. También, preocupante. España está a la cabeza del desempleo en la Comunidad Europea. La tasa del tercer trimestre se ha disparado hasta el 11,33%. Nunca el paro había crecido a un ritmo tan rápido en nuestro país y las Cámaras de Comercio pronostican que al concluir 2008 alcanzará el 12 %.

Luego, en otro flash informativo, apareció el sindicalista con una carpeta en las manos. Supuse que era un plan para atajarlo.Pero me equivoqué. No contenía ninguna interpelación sobre los despidos de la crisis. Mi interpretación era incorrecta. Se trataba de un documento de apoyo al plan del juez Garzón para que éste continuase con la macabra labor que se ha impuesto. Postura que al magistrado habrá de ayudarle sicológicamente ahora que debe causarle incomodidad la cuña de la misma madera que ha encontrado en su camino sin obstáculos, pero que convendría conocer qué piensan de ella los parados.

Con esta atención tan obligadamente dispersa me acordé de la decisión de un antiguo conocido, agente de publicidad, cuya posición filosófica me transmitió un día que también se encuadraba en un ciclo de crisis y estrechuras.

--- Yo, en épocas como ésta, cambio el objetivo de mi trabajo en la calle. – Me decía - Cuando los problemas económicos llegan y nadie quiere gastar un duro, me dedico a los muertos. En vez de contratar reclamos, contrato mortuorias. Los muertos son los únicos que no escriben después una carta de reclamaciones.
- Y añadía- No me dan miedo. Los que me preocupan son algunos vivos que tengo a mí alrededor.

Pues,sí.

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