miércoles, 29 de octubre de 2008

Como en los tiempos de Franco

Los cofrades antiguos, esos que guardan anécdotas sabrosas y hechos singulares en los archivos de sus memorias, podrán evocar con facilidad la figura bondadosa del ilustre abogado sevillano don Tomás de Aquino García y García, cristiano de fe arraigada y comprometida y nazareno riguroso tanto envuelto en su túnica como a cara descubierta, que, como consecuencia afectiva de su humildad, era conocido como don Tomasito.

De fiscal de paso iba en una procesión del Santo Entierro delante de la Canina cuando al llegar a la Plaza de San Francisco columbró la figura inconfundible de doña Carmen sentada en el palco de honor del Ayuntamiento.

Doña Carmen, en la época de don Tomasito solo podía ser ella porque la otra doña que había no era Carmen,sino Concha, doña Concha Piquer. Y, como no estaba anunciada para el Domingo de Resurrección ni en el Teatro San Fernando ni en el Cervantes, y, además, por mucho que fuera aplaudida como canzonetista, carecía de avales suficientes para recibir los honores reservados a la Primera Dama, sin duda alguna, se trataba de ésta. La mismísima Doña Carmen Polo, excelentísima señora esposa del Caudillo de España.

Don Tomasito debió alisarse la cola larga de la severa túnica y advertir del hecho al capataz de la cuadrilla de costaleros. Llegaron a la altura del palco y mando detener el paso. Prohibió que lo arriaran.Ordenó que fuese girado lentamente sobre los pies hasta enfrentarlo con el palco y luego que avanzara un tanto hasta que rozase sus terciopelos. Así se hizo y así la ilustre dama tuvo cerca cerquísima la figura delgada delgadísima de la canina del dolor de cabeza.

Para el bueno de don Tomás el hecho era tan inocente como la sonrisa de un niño. Para los afectos al Régimen, escondía un sibilino y subliminal mensaje que cada cual interpretaba a su manera. Don Tomasito debió haberlo pasado bastante mal.

Ayer me he acordado de esta anécdota cuando he sabido que la Moncloa está reaccionando con especial dureza frente a algunos medios de comunicación, a los que considera “demasiado críticos”. Pero no tanto por su actitud con el Gobierno sino con la persona del presidente, y con la de su mujer, Sonsoles Espinosa.

Esas reacciones se han producido cuando dichos medios han personalizado en José Luis Rodríguez Zapatero, y no en “el Gobierno”, como sería el deseo de La Moncloa, problemas más delicados, como por ejemplo las dificultades que sufre la economía, la debilidad de nuestra política exterior, el conflicto con los jueces, etc.

Y especialmente “intolerable” les resulta cualquier información que afecte a doña Sonsoles . Como las que tienen que ver, por ejemplo, con la dotación presupuestaria para sus asesores, los viajes con ocasión de sus actuaciones como cantante, las visitas de compras a Londres y las vacaciones de la familia.

Ignoro si la impremeditada decisión del fiscal nazareno del primer paso del Santo Entierro le llevó a declarar ante la inquietante Brigada Político Social, pero supongo que, después de lo que acabo de transcribir, y aunque pueda parecer increíble, nadie se atreverá a seguir llamando a la señora Zapatero Madame Gorgoritos, si no quiere recibir la visita de los antidisturbios.

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