lunes, 6 de octubre de 2008

La “eficacia” de mirar atrás.

No tengo más remedio que empezar el lunes con el persistente dolor de cabeza que genera el conocimiento de los datos conjuntados la semana anterior sobre el mercado laboral en septiembre. Son absolutamente preocupantes. El paro ha crecido un treinta por ciento.

De este porcentaje, el 40 por ciento tiene escasas posibilidades de encontrar nuevo empleo según el índice de ocupabilidad de los trabajadores registrados que elabora el Ministerio correspondiente.

Se ha escrito que un país que en nueve meses ve aumentar su cifra de parados en esta cuantía se encuentra ciertamente ante una auténtica emergencia nacional que conviene atajar sin demora movilizando todos los recursos disponibles así oficiales como privados

La marea creciente del desempleo o ya ha empezado a mojarnos los pies o crece imparable a nuestro alrededor. Me asomo a la ventana y columbro a lo lejos las uves trenzadas e inmóviles de las grúas paradas. En las obras no queda más que el guarda. Y a veces ni ese. Y a la hija mayor de mis vecinos, recientemente separada de su pareja, con tres hijos a su cargo, le crecen por horas las ojeras desde que la mandaron a su casa por reducción de personal en la oficina donde trabajaba.

Somos al menos un 30% menos ricos (en las empresas, en las acciones, participaciones o títulos… en nuestros pisos, con las hipotecas, si acaso a medio pagar) de lo que creíamos meses atrás, y además no sabemos cómo vamos a poder crecer en el futuro.

Todos incluso, los jubilados también, somos más pobres. Y no se si nos estamos dando cuenta de lo que esto significa. Ese treinta por ciento afecta a la magra pensión que llega, al menos por ahora, a nuestros bolsillos. Antes recibían cien. Y ahora también, pero su poder de compra, su capacidad de trueque por productos y servicios, ha bajado a setenta. Es la cuenta de la vieja, cien menos treinta, igual a setenta. Y, si no, que se lo pregunten a nuestras parientas, desoladas con las escasas monedillas de cambio con que llegan a casa después de haber ido al mercado.

Un país que solo en nueve meses ve aumentar su cifra de parados casi en un tercio del total de su fuerza de trabajo es sin duda ninguna un país al borde de un ignoto precipicio que exige el máximo esfuerzo de todos presididos por los más altos representantes de su Gobierno.

Aquí, sin embargo, para sorpresa de incrédulos, Teresa Fernández de la Vega anunció tras el Consejo de Ministros último que el Consejo de Estado realizará un dictamen sobre cuatro reales decretos con los que se pretende empezar a desarrollar la controvertida Ley de la Memoria Histórica.
Para la vicepresidenta, estas normas nacen con la intención de «cerrar y cicatrizar las heridas» de la Guerra Civil.

Miremos atrás para no ver lo que se nos viene encima.

Así no es extraño que los cuatro jefes de gobierno europeos, el de Francia, la de Alemania, el de Inglaterra y el de Italia, convocados por el primero, se hayan reunido para adoptar decisiones que hagan frente a la crisis sufrida por unos y otros en desigual medida, pero crisis al fin para la totalidad, y nos hayan dejado fuera. Una ofensa a los españoles. Una patada en el culo de todos recibida en los ministeriales traseros del presidente del ejecutivo y su responsable de Economía.

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