viernes, 27 de marzo de 2009

La sencilla grandeza de los capataces históricos.

“Ni costaleros, ni toreros. Los largos a poner farolillos en la Feria”. No me acuerdo ahora mismo quien lo decía y no es mi deseo atribuir frases a quien no las pronunciara.Tal vez uno de esos viejos cíclopes ya fallecidos, alguno de la cuadrilla de Los Ratones de Rafael Franco Rojas, a los que entrevisté para algún reportaje.

Todavía guardo sus voces en los casetes pero me resulta prolijo y duro ponerme a escucharlos.

¿Tu has visto alguna vez un torero alto?... Me preguntaban. Salen muchos. Triunfan muy pocos. Si acaso como banderilleros. Ahí tienes a Antonio Luque Gago. Como costaleros, menos. No caben. A todo tirar, en la primera.

Sin embargo las cuadrillas de los bajitos siempre se han hecho famosas. A Paco Amaro, uno de los artífices de los costaleros hermanos del Calvario, le gustaban así.Y ponderaba el acierto del capataz de capataces, Franco Rojas, de conjuntar el grupo. El paso ha de elevarse menos en cada levantá, con lo que el esfuerzo repetido es menor. Y los hombres, bajitos y fornidos, conforman una masa elástica de extraordinaria capacidad.

Eran otros tiempos. Cuando aquellos manigeros del terno negro que, en su mayoría habían aprendido debajo del palo, hacían gala de humildad y sencillez, virtudes que hoy se añoran tanto ante esas actuaciones escénicas, al llegar a la Campana, orientándose hacia los micrófonos y las cámaras de la tele.

Capataces prácticos que no tenían que emplear nunca la socorrida expresión de “llámate Fulano” como recurso para evitar el error de pedir la “derecha alante”, en vez de mandar la izquierda y que, al frente de sus hombres, lo daban todo por la cofradía que los contrataba sin servirse nunca del puesto para su promoción personal.

Conviene recordarles siempre a fin de seguir su ejemplo, exento de esos caprichos y posturas dictatoriales que tanto daño pueden hacer a las relaciones públicas de una hermandad.

¡Ay de la Junta de Gobierno que no sepa verlo a tiempo! Y qué sorpresa la suya – la de la Junta, por supuesto, o la de esos miembros que siempre andan organizando espectáculos o festivales para conseguir dinero - cuando a ese costalero aspirante, empresario joven o periodista conocido, ya curtido bajo otras trabajaderas, que vino repetidamente desde Madrid a los ensayos de la cuadrilla sin que jamás le dejaran tocar el palo que le envenenó antes, andando el tiempo le pidan un favor, se excuse y no lo atienda.

En los libros viejos está la sabiduría y aquí, en el mundillo del costal y el llamador, en los que legaron sus conocimientos escribiéndolos con la trayectoria inteligente y ejemplar de sus vidas. Aquellos capataces antiguos que bien pudieran advertir a muchos de los de nuestros días: “Me ví a morí y no te ví a dejá enseñáo”

2 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Estoy de acuerdo con usted en lo necesaria que es la humildad para ese trabajo.
Tengo la bonita esperiencia de haber mandado ocho años el paso de palio de una de mis Hermandades y el mayor orgullo que tengo de ello es que mis hermanos me conozcan por mi trabajo y trayectoria en la Hermandad en general y no en la cuadrilla en particular.
En mi otra Hermandad tengo el gusto de poder decir que usted me avaló, con su firma, en mi solicitud de ingreso.
Saludos.

José Luis Garrido Bustamante dijo...

Me alegro.Y te agradezco que lo recuerdes.Saludos igualmente.