jueves, 13 de agosto de 2009

Y… ¡ hasta la vuelta !.

Abrir un periodo de vacaciones es bueno para todos y aquí se quiere mantener esa costumbre. Acogido a la sombra protectora de la Virgen de los Reyes, el autor de estos torpes renglones se va a pega un garbeito simpático sin sujeción ni al reloj ni al almanaque. Hecha el cierre transitorio a la puerta del Blog y garabatea con el temblor informático del teclado del ordenador las tres palabras mágicas del ferragosto: “Cerrado por vacaciones”.

Hasta mediados de Septiembre,amigos.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Cuando la playa empezaba en Triana. (II)

El servicio fluvial de transporte de pasajeros y mercancías se le ocurrió al marqués de Olaso,don Luis de Olaso y Madariaga,que lo concibió instalando un puerto en la orilla de Triana y otro en Sanlucar atendido por buques de cien a ciento cincuenta toneladas dotados de todas las garantías náuticas y de atención al cliente existentes en la época:amplios salones, comedores de primera y segunda clase, luz eléctrica y calefacción porque si bien estos comentarios se centran en las vacaciones estivales, la línea Sevilla-Sanlúcar-Mar funcionaba el año entero y no eran pocos los que la usaban en Otoño e Invierno.

El recorrido se hacía en cuatro horas y media y las partidas y horas de llegada tenían lugar entre las nueve de la mañana y las nueve y media de la noche.

Algún tiempo se tomaron las autoridades de la época para dar conformidad a tal proyecto, solicitado al Ministerio de Fomento el 28 de enero de 1922, aunque no aprobado hasta agosto dos años más tarde.Pero, al fin, con este refinamiento pudieron desplazarse a la playa sanluqueña los afortunados veraneantes de aquella época.

Sanlúcar era la playa de Sevilla.Una especie de San Sebastián en la desembocadura del Guadalquivir.La legendaria urbe, nacida a la sombra del templo del Lucero, consagrado a la diosa Venus, incrementaba su belleza con una exquisitez señorial abierta a la inmensidad del Océano. Y saludaba a esos privilegiados visitantes de temporada, familias enteras de damas de polisón y ayas con blancos delantales, ofreciendo la fabulosa estampa de su paisaje incontaminado con el estrecho abrazo de la tierra, el río y la mar. Villa marinera y campesina a la vez. Como le cantara Manuel Barbadillo que tan enamorados versos le dedicó:

¡Ya la ves!:
Una ciudad marinera,
viñadora y salinera,
de la cabeza a los pies.

Pero además, con un glorioso pasado y una hidalguía que siempre salen al encuentro sellados en los escudos de piedra de los frontispicios o escapan desde la clausura de los palacios.

La albura del caserío contrasta con el verdiazul del mar que la baña y las andanas de sus bodegas se reservan para regalar a los degustadores de paladares exquisitos el amarillo arrancado al sol con el que se colorea la manzanilla.

Ese auténtico paraíso de la ciudad que se aferraba a su pasado esplendoroso y sabía ofrecer al veraneante una elegancia relajada con tardes de sosiego para el coloquio, pero también un apretado programa de festejos y competiciones entre los que destacaban las carreras hípicas, se iniciaba en Triana, a la vera de ese edificio que en forma de torreón se alzó, apenas acabado el puente, en la esquina del Altozano.

Allí se sacaban los billetes. Y de allí partía una escalerilla interior que llevaba al muelle desde “El Faro”. Descender por ella y alcanzar la borda de la embarcación era dar comienzo a la travesía ilusionada de unas vacaciones excelsas.

Repito lo que escribí al término de la "entrada" anterior:La playa entonces empezaba en Triana. No en la de los hornos y las industrias de los alfareros, sino en esa Triana auténticamente marinera que vivía al borde del río y de él obtenía el cotidiano sustento. La Triana de los vapores atracados junto a los malecones de la muralla.

lunes, 10 de agosto de 2009

Cuando la playa empezaba en Triana (I)

Una foto retrospectiva publicada en Abc el pasado viernes amparada por un hermoso texto de Aurora Florez,me empuja a revolver viejos papeles buscando las huellas del veraneo de antaño

Para algunos era una época romántica, dichosa y despreocupada que se perdió por las rendijas del avance de la historia y la alteración de las costumbres.
Tiempo de estancias en Sanlúcar de Barrameda,la playa burguesa del Sur,a la que se llegaba no por carretera, sino navegando por el Guadalquivir en un gozoso anticipo del contacto vacacional con las olas marinas.

Se estaba muy lejos de la masificación y de los nombres que luego se alzaron con máximo protagonismo en los desplazamientos y permanencias al borde del mar.El calor siempre sofocante de Sevilla,se atenuaba en Cádiz, en los Puertos, en Puntaumbría,cruzando la ría en barco y, sobre todo, en Sanlúcar.

Los amantes de las playas salvajes emprendían safaris domésticos cruzando las dunas que ocultaban Matalascañas en carros de tracción animal o a lomos de caballos y mulos y allí permanecían, alejados de la civilización, robinsones de las grandes extensiones enarenadas.

Quienes iban a Sanlúcar disfrutaban del prólogo encantador del viaje en unos vapores que atracaban en la banda trianera y se desplazaban río abajo como los humeantes de altas chimeneas del Mississipi.

El río era entonces más río.Y el puerto fluvial más puerto.En la banda de Sevilla, las embarcaciones que descargaban pescado atracaban en el Muelle Metálico, frente a la calle Adriano.Unas, pintadas de color plomo, del armador Carranza.Otras,tintadas en blanco, de las pescaderías gallegas que entraban y salían con mercancías diversas en lastre o carga.

En la banda trianera, en un barrio que auténticamente se hallaba vinculado al Guadalquivir,la calle Betis, que hasta 1859 se denominó entrañable y poéticamente “calle de la orilla del río”, con un Altozano terrizo y casas blancas como palomas, era como el malecón corrido al borde de la incesante actividad fluvial.

En esta zona la “Compañía de vapores Sevilla-Sanlúcar-Mar” disponía de muelle propio y se ufanaba de ser poseedora de diversas embarcaciones que ponía a disposición de los veraneantes tanto para el transporte de pertenencias como para el de las familias.Al primero de esos menesteres se dedicaban naves de tamaño más reducido.Entre ellas, una, matriculada con el nombre de “Bajo de Guía”.Al segundo, consagraban dos barcos grandes dotados de todas las comodidades de la época, el “San Telmo” y el “Sanlúcar”. Había otro buque, de distinto porte, el “Cádiz” que es el que recoge la foto a que hago referencia.

La Compañía tenía sus oficinas y despacho de billetes en el edificio “El Faro”, frontero a la Capillita del Carmen, en la esquina que forman el río y el puente, en cuya parte inferior, en uno de los rincones que dan a la corriente, estuvo siempre esa cara de león que venía a señalar el nivel que debían alcanzar la aguas de una crecida para que se anegase Triana.

No es por tanto el edificio “El Faro”, adelantado de Triana al llegar a ella cruzando el puente, construcción antigua y menos palacio del siglo dieciocho, como se pudo pensar, sino oficina y taquilla de la empresa naviera cuyos vapores con chimeneas pintadas de rojo y negro que eran sus colores característicos, hacían continuamente la travesía a Sanlúcar de Barrameda en aquella época dorada para algunos en la que bien podía decirse que la playa empezaba en Triana.

sábado, 8 de agosto de 2009

Tipos y personajes curiosos de ayer. (II)

El Loqui,El hombre de los pollitos,Vicente el del Canasto… ¡qué personajes! Y qué Sevilla aquella que los acunó en su seno.

De los tres prometí desgranar recuerdos en mi última “entrada” y aquí me hallo barajando los datos de una memoria esquiva. Del Loqui no debería hablar sin añadir Triana, su barrio, y por donde anduvo con su coetáneo Silvestre. De éste me acuerdo poco. Me viene la imagen de un hombre con una cabeza grande semicubierta con coquetería por un sombrerito chico.Pero nada más. Del Loqui de Triana rememoro tantas cosas…

Tenía rostro y expresión de desvarío. Eduardo Bonachera,redactor jefe de Radio Nacional, lo calificó así cuando se le puso al lado acodado en la barra donde habiamos pedido el habitual café de la once los del turno mañanero de la redacción de informativos. Y,más allá, como quien no quiere la cosa, se situó Salvador Recio. Eduardo era la primera vez que se tropezaba con el Loqui. Recio le alargó calladamente unas monedas y le señaló con el gesto a Bonachera sin que lo advirtiera éste. El Loqui adivinó el encargo de inmediato. Cuando Eduardo menos lo esperaba le largó un bofetón que,si no lo llega a esquivar,hubiese resonado en el bar como un trallazo.

El Loqui no estaba tan loqui como para no rentabilizar su cara de majareta y sus decisiones atrevidas.

-- Loqui pegale un pellizco en el culo a la señora agarrada del brazo de ese tío tan feo que va por allí.
Y el Loqui iba y terminaba en la Gavidia porque el feo era el Jefe Superior de Policia.

-- Loqui,vístete de torero que el domingo actúas en la Maestranza.
Y lo ponían dentro de un escaparate, al sol, con la excusa de que había que vender entradas.

Un día le hicieron creer que había ganado la oreja de plata como fruto de una intervención suya en la plaza de toros en la que anduvo más en el aire que sobre la arena. Se la entregaron pomposamente envuelta en un estuche. Era un calzador de la Zapatería de Carmelo Orozco.

Y como contrapunto a estas bromas amargas de risotada en reunión, la parodia inocente del “Hombre de los pollitos vivos y muertos” que solía situarse por los alrededores de la Plaza de la Encarnación con una caja de cartón cubierta con un amasijo de telillas bajo las que escondía una mano moviéndolas como harían unos pollluelos cuyo incesante piar imitaba con la boca.
Lo anunciaba en un cartel: “Hago el pollito para que me den un durito”.
La propuesta le hizo gracia a una chica inglesa que le regaló el complemento bilingüe: “Smile and tip, please” (Sonría y dele una propina, por favor).

Para terminar Vicente que llega con su canasto batea colgado del brazo izquierdo y la mano derecha como visera sorteando sin miedo los vehículos de cualquier vía abierta al tráfico rodado mientras mete la mirada dentro de ellos buscando incansable quien sabe a quien.

Se disparaban las respuestas imaginativas: A la novia que le raptaron… a su hijo…
Nada de eso.
Acallando los rumores, un hermano suyo contó en la prensa que se llamaba Vicente Orozco Moreno y había estudiado tres años con los Jesuitas en el Colegio de Villasis. Su familia se desestructuró durante la Contienda Civil y Vicente se aficionó a las “mujeres de mala vida” que le pegaron una enfermedad.
En esas fechas el hombre vivía en el Barranco. Un día unos desconocidos le gastaron la broma de robarle el canasto y hubo de sustituirlo por una caja de cartón hasta que un grupo de escritores sevillanos decidió costearle uno nuevo.
José María Vaz de Soto, Francisco Vélez Nieto,Fernando Alvarez Palacios y Antonio Burgos se lo entregaron en un acto íntimo, pero casi solemne, en la Bodega Blanco Cerrillo y lo pasaron divinamente.

jueves, 6 de agosto de 2009

Tipos y personajes curiosos de ayer. (I)

Prometido tengo desde el lunes último seguir recordando andanzas y desventuras de los que un día fueron tipos populares en Sevilla y a cumplir mi palabra voy ahora.

Leopoldo el Legionario estuvo en el Tercio y el Tercio lo marcó.No abandonó nunca estos recuerdos por sus andanzas pedestres por la calle Baños y la plaza de la Gavidia en cuyo mínimo recorrido urbano vino a sustituir de alguna manera a un legendario don Antonio El Betunero, orador callejero del prohibido Congreso que había suprimido el General Franco y tan amante del Valdepeñas como él. (No como Franco,sino como Don Antonio que,además, era cojo y de malas pulgas).

A don Antonio se lo encontró el benemérito pediatra Jesús Vida en su primer año de Medicina sobre una mesa de mármol al entrar una fría mañana en la Sala de Disecciones de Histología.Lo habían hallado muerto en un rincón de la Plaza Teresa Enríquez. De Leopoldo,que se ganaba la vida haciendo mandados a los comercios de su pequeño microcosmos conocí que se apellidaba Troncoso Narváez y había nacido en el Pumarejo. Y no supe más.

También se ganaba la vida como mandadero otro sevillano de escasa altura, Laureano Herrera,popular en su tiempo, siempre dentro de la órbita del Hogar de San Fernando, asilo de mendicidad para niños y ancianos que regentaban las Hermanas de la Caridad bajo la protección del Municipio.Se alzaba el hogar en la plaza de San Leandro en un hermoso edificio absurdamente derribado en 1962 y entre sus paredes y las del Ayuntamiento del que llegó a lucir el uniforme de ordenanza sin estar en plantilla, discurrió toda la vida este hombre.

La música callejera que actualmente sirven los altos muchachos rubios con pinta de eslavos que se sitúan en Sierpes o Tetuán estuvo en aquella Sevilla que acababa de dejar atrás la mitad del siglo veinte, a cargo de Sarasate y “El hombre del acordeón”. No he encontrado datos del primero, violinista triste de chalina y traje oscuro, acompañante de parejas románticas en las terrazas de los bares,pero sí del segundo, incansable deambulador de las calles sevillanas con su instrumento musical al hombro. Se llamaba Antonio Reyes Cruz y había venido de Tocina, su pueblo natal, buscando trabajo cuando se hacía la Exposición Iberoamericana del veintinueve. Se colocó una temporada en la Venta Marcelino,con su acordeón y luego le encontró más rentabilidad y,todo hay que decirlo,mayor libertad a eso de llenar de música con lejanos ecos porteños las calles hispalenses.

Vivió en Triana,en la calle Pureza,72 y,cuando yo escribía, dirigía y presentaba el programa “Ni más ni menos” en las tardes de Radio Nacional, le hice una entrevista en la que se mostraba quejoso porque el Ayuntamiento había regalado cuatro mil duros al que tocaba el último pianillo y se había olvidado de él.

No pudo decirme cómo se llamaba Sarasate.Era su competencia sonora. Pero cada uno iba a lo suyo y nunca se había terciado que hablasen. Lo que son las cosas.

De “Antoñito procesiones” escribí mucho en mi libro “Itinerario habitual” (Editorial Castillejo,Sevilla,2002) y a él remito a todos los interesados en recordar la vida y peripecias de este sevillano melómano protagonista de sustanciosas anécdotas y al que asistió personalmente en su tránsito a la otra vida el Cardenal Amigo Vallejo.

Y de El Loqui,El hombre de los pollitos y Vicente el del Canasto, ¿qué quieren ustedes que les diga?... que sus vidas fueron tan pródigas en aconteceres mínimos pero tan sabrosos que bien merecen el capítulo que a ellos habré de dedicar mañana o pasado.

martes, 4 de agosto de 2009

La gran tarde de Juan Ramón.

He buscado su nombre en las crónicas que se han escrito de la corrida de toros con la que triunfalmente se han cerrado las Colombinas de este año y no lo he hallado por parte alguna.

Es natural. Juan Ramón, aunque es matador de alternativa no toreaba en esta ocasión. Sin embargo el cartel era de máxima categoría y lo formaban el onubense Emilio Silvera, José Tomás y el Cid con toros de Cubillo.

Tampoco Juan Ramón integraba ninguna de las cuadrillas ni hubo de desmonterarse preñado de emoción como hizo Jesús Carvajal al clavar un par en lo alto.La gente lo supo porque antes de que lo resaltara la prensa lo contó él.

Fue su gran tarde.Una más que añadir a las muchas de triunfo que anota en su haber de comentarista radiofónico Juan Ramón Romero el autor y director del Carrusel Taurino de Canal Sur Radio, altavoz potentísimo y prismáticos múltiples para que puedan asistir a una corrida de toros todos los que se quedan sin entrada para ocupar un sitio en la plaza.

Nueve orejas se cortaron ayer en el coso huelvano de La Merced: Dos,Silvera. Cuatro,José Tomás. Tres,El Cid. Apoteosis con salida en hombros por la Puerta Grande. En la corrida paralela, en la de las ondas de la radio, los seis toros los lidió Juan Ramón y cortó doce apéndices.Lo nunca visto en una encerrona similar.

Ayer, a la caída de la tarde, quien más y quien menos de todos los muchos que nos alineamos voluntariamente entre los aficionados a toros, cogió su transistor y se buscó un sitio cómodo en alguna terracita con suave promesa de brisa marinera y allí se enteró de todo: de los colores de los vestíos de los toreros,de los nombres de los caballos de picar, de las peculiaridades de los animales bravos que se estaban lidiando con oportunas e inteligentes apreciaciones del mismísimo ganadero… y de lo que estaba sucediendo sobre la arena.

Y cuando se bajaba el volumen del altavoz para escuchar lo que nos estaba diciendo la parienta no se perdía el hilo de cuanto acontecía porque en todas las direcciones de la rosa de los vientos sonaba, atenuada por la distancia, otro receptor con la misma sintonía.

El milagro de la radio redivivo. Ignoro si Pablo Carrasco, como Director General de RTVA o Joaquín Durán,en su calidad de Director de las Cadenas de Radio, habrán tenido el acierto de encargar una medición de audiencia que,en este caso es como pedirle al alguacillo que se corte la cabeza del toro en el que se ha triunfado sin paliativos. Pero si no ha sido así no importa.Cualquiera de los que hoy repetían los derechazos inacabables de José Tomás o los naturales inmensos de Manuel Jesús no estuvieron ni en las gradas ni en los tendidos de la plaza, pero asistieron a la corrida final de las Fiestas de la Merced de Huelva que fue brillante e histórica prendidos de la palabra de Juan Ramón Romero que, como figurón del toreo de las ondas, sabe rodearse de una cuadrilla de lujo que está a la altura de la del Alcalareño,el Boni y Pirri. Por ejemplo.

lunes, 3 de agosto de 2009

Tipos y costumbres.

¿Personajes populares de la Sevilla de ayer?.... Puf… ¡Un montón!
“No coge ventaja, mí arma”, mi comunicante periódico, me invita a recordarlos.Más quisiera recoger sus breves biografías, para perdurable memoria, aunque sea con la sencillez de este Blog.

Y me voy a atrever con la convicción de partida de que ni estarán todos los que fueron, ni que fueron, al menos auténticamente populares, aquellos cuya existencia, salvo esporádicas ocasiones no se extendió más allá de su barrio de nacimiento.

“Leopoldo el Legionario” no salió de la collación de San Vicente. “Sarasate” y el “Hombre del Acordeón” recorrieron las terrazas de aquella ciudad tranquila y calurosa de las noches del estío. “Laureano” merodeaba por El Hogar de San Fernando. “Antoñito procesiones”, acompañando a las bandas que abrían marcha a los cortejos de gloria y penitenciales.”El Loqui de Triana” recordando las bromas crueles de los señoritos borrachos. “El Hombre que vendía pollitos, vivos y muertos” se dejaba ver en el entorno del mercado de la Encarnación. “Vicente el del Canasto” por las calles céntricas sorteando coches…

Van ocho. Y quedan más: La de “Que te brillan la espuelas”… y los más actuales como “Garbancito”, “La Pantojita” o “El papa Clemente”.

Poco puedo contar de la primera que aparece como una sombra brumosa en mis recuerdos de infancia camino del colegio.Pedía unas monedas entonando siempre la misma letra como sustento de una canción: “De qué Regimiento eres…que te brillan las espuelas…” El muchacho debía ser de caballería antes de la sustitución de los equinos por manejables y veloces carros blindados;pero esta mujer no terminaba de enterarse.

“Garbancito” vendía lotería por los restaurantes de los Remedios en los albores de la restaurada Democracia a los emergentes empresarios del ladrillo y los electrodomésticos que los frecuentaban a mediodía.

Era un hombre bajito, un enano, como aquellos don Diego de Acedo o don Sebastián de Morra,personajes de leyenda, amantes de la bella Manuelay, que pintara Velázquez en la corte de Felipe IV.

En los días en que Jorge Verstrynge todavía no se había peleado con Fraga y recorría España como apóstol de Alianza Popular, le pegó un susto de muerte cuando presidía un comité reservado del partido e irrumpió en el comedor donde tenía lugar la reunión entre gritos y ruidos pregonando a voces los números de la suerte. El político y sus afectos recién aterrizados desde Madrid e ignorantes de las bromas sevillanas temieron que se tratase de un terrorista.

“La Pantojita” intentaba sacar desgarradas notas de una guitarra desafinada que siempre portaba consigo y cantaba lo que le pedían en esos coletazos de bromas amargas nacidas en las reuniones con los efluvios del alcohol.

Y “El Papa Clemente” que estaba con las cuencas de sus ojos vacías a consecuencia de un accidente de automóvil, sufrido en mayo de 1975 en la autopista Bilbao-Behovia, para mí siempre fue el testimonio vivo de un castigo bíblico que ni él ni sus seguidores supieron entender.
El dijo que veía a la Virgen y la carretera le dejó ciego.

Clemente Domínguez fue ordenado obispo el 11 de enero de 1976, mediante unos ritos al margen de la liturgia católica, por el arzobispo vietnamita Pedro Martin Ngo-Din Thuc, el mismo que le había hecho sacerdote el 31 de diciembre de 1971.

A la muerte de Pablo Sexto se proclamó nuevo Papa,con el nombre de Gregorio XVII y empezó a editar una serie de "Documentos Papales", por los que canonizó a Franco, José Antonio Primo de Rivera, Don Pelayo y Cristóbal Colón, entre otros. Y excomulgó, además de a otras personalidades, a la Familia Real española.
Aparte de estas excentricidades, se le podía ver en espectáculos como corridas de toros o la Feria de Sevilla, en las que se mostraba rodeado de su corte de sotanas y en las que era objeto de las mofas y risas que en Sevilla acompañaron su existencia desde los principios del Palmar de Troya.

He comenzado por dónde debí terminar. Mañana o pasado volveré al principio.”Da capo”, como dicen los músicos italianos.

sábado, 1 de agosto de 2009

Las cosas de Curro.

En su comentario a la “entrada” última, me supone amablemente “No coge ventaja, mi arma”unos conocimientos que ojalá poseyera sobre personajes tan singulares de la vida sevillana como este irrepetible “Curro el de los periódicos”, paradigma de aficionado bético al que solo llegaron a conocer los que, cuando desapareció en 1978, tenían uso de razón.

Decía Curro que era “Campeón de Carrerista Pedestre” tal vez porque en sus años mozos era el primero en llegar a la Campana desde las redacciones de los periódicos que se editaban en la ciudad, situadas como ya dije en las calles García de Vinuesa, Albareda o Velázquez, con la lista de la lotería los días de sorteo. De la velocidad caminante de los vendedores de periódicos con la relación premiada recién impresa en cada rotativo nace la frase de “corre más que el tío de la lista”.

Curro presumía de haber alcanzado ese título lo mismo que de haber obtenido el de “periodista” como premio a su actividad incansable de vendedor de prensa, un oficio cultivado con cariño por su familia desde las jornadas durísimas de la venta callejera sin puesto propio que este hombre instaló en precario en la esquina de la antigua Santa María de Gracia donde estuvo anteriormente el puesto de agraz de Dolorcita, hasta que, en 1964, el Ayuntamiento,siendo secretario Francisco Narbona y teniente de alcalde Manuel Sánchez de la Peña,le concedió un espacio en la mejor ubicación que hubiese podido soñar para su primer kiosco estable,la Campana frente a la entrada de Sierpes.

Allí atendía a todo el mundo con su abierta jovialidad sin importarle su adscripción deportiva y así podía verse periódicamente (el adverbio viene aquí pintiparado) según recogió “Puñonrostro”, seudónimo de Joaquín Carlos López Lozano en su sección “Sevilla paso a paso” de ABC, a esa vieja gloria del sevillismo que fue don Ramón Sánchez Pizjuán, en sus tiempos de presidente del Club, ojeando toda la prensa de Madrid que Curro le ofrecía ordenada por cabeceras aunque don Ramón no compraba periódicos, sino que los ojeaba todos y agradecía la obsequiosidad del vendedor regalándole una peseta de plata.

Todo un personaje popular de la vida sevillana de entonces este Curro que ha llegado a nuestros días inmortalizado por multitud de fotos, en las caricaturas que le hiciera otro gran bético,el dibujante Domingo Wasaldua, creador de su personaje “Tropezones” y hasta los autores de un pasodoble que apareció en la revista “Balonazo”

Allá por la calle Sierpes
muy cerca de la Campana
está el kiosko de Curro
abierto muy de mañana

Vende revistas de fútbol
y prensa del extranjero
Y el que no tiene “una lata”
se lo lleva sin dinero

Apretada descripción de su forma de ser en dos cuartetos en octosílabos.