domingo, 13 de febrero de 2011

Lucy, mi bisabuela.

Tenía un apellido que rianse ustedes de los vascos: Australopitecus. Y caminaba erguida y bamboleante como una modelo de alta costura.

Eso no se sabía. Se sospechaba. Pero acaban de confirmarlo los que andan enredando entre los objetos personales de esta viejecita olvidados en el desván. Tan personal es ese objeto hallado ahora que se trata de un hueso de uno de sus pies que vaya usted a saber si se cortó distraída cuando se limaba las uñas.

Doña Lucy Australopitecus falleció hace algún tiempo. Creo que tres millones y medio de primaveras, con lo que ya es imposible celebrarle la misa de cabo de año y, por lo visto, debía tener un pie tan sexi que ha fascinado a los que han hallado el codiciado recuerdo óseo.

La señora Lucy, resultó además tan precursora de las canciones de los Beattles que a fuerza de tararear esa de "Lucy in the sky with diamonds" se le quedó el nombre de pila de esta muchachita inglesa que, para estar en el cielo con diamantes, debió quedarse embobada mirando el techo de una joyería . Y siempre me ha caído muy bien – mi bisabuela, no la Lucy de John Lenon - porque desde lejos me ratifica el convencimiento que continuamente he tenido de la procedencia del hombre.

Desde Darwin para acá, del mono. Desde Garrido, o sea yo, en adelante, de otro ser que, a la vez, era hombre y mono. (El Genesis afirma que Dios hizo al hombre del polvo, pero pudo ser del polvo modificado previamente). Unos cuantos privilegiados de este complejo individuo recibieron el soplo divino, se enderezaron y se hicieron Adan y Eva. En grupo, muchos Adanes y muchas más Evas,o sea la Humanidad, para decirlo con la traducción del lenguaje metafórico que el libro sagrado emplea. Los otros siguieron a cuatro patas y se encaramaron a los árboles a comer plátanos y avellanas.

La Biblia tenía razón. En algún rincón de mi desordenada biblioteca debe estar un librote titulado así que a lo mejor ponía esto mismo. Tanto mejor. Si sus páginas están de acuerdo conmigo me demostraran que otros antes que yo llegaron a idéntica conclusión.

Y, tratándose de Lucy, esta vez, aunque sienta haber llegado tarde, no me sentiré decepcionado.

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