domingo, 27 de noviembre de 2011

Nicolás Carretero


Se había quedado con la décima final del verso que dediqué a los Armaos en la Exaltación del cuarto centenario de la Hermandad de la Macarena que pronuncié el 22 de enero de 1995 en el Teatro Lope de Vega:

Tras el “Pájaro” o bandera
a Jesus, el prisionero
lo conducen al madero
en columna cuartelera.
Y repiten la quimera
que Sevilla piensa ya:
“Si esos hombres van detrás,
a pesar de la apariencia,
ni le leen la sentencia
ni le pasa na de na”

Solía ser su saludo cuando nos encontrábamos. Y luego esbozaba esa sonrisa suya tan expresiva que reflejaba su carácter.

Nicolás Carretero Luque es otro cofrade sevillano que nos ha dejado en estos días. Hombre de paz, de ilusión y de esperanza. En las antípodas de esos coetáneos que nos esperan tras las esquinas de la vida para salpicar nuestra sorpresa con el amargor de alguna tragedia.

Nada más lejos de su forma de ser. Nicolás era un hombre de luz. Como si la hubiera tomado de esa Estrella del Sur, prima hermana de la Cruz Campo a cuyo reducto fabril cervecero consagró sus desvelos de hombre de empresa.

Entre él y el también recordado Filiberto Mira fraguaron un día el premio a la Ganadería Estrella, como programa publicitario radiofónico que, andando el tiempo, se ha convertido en el prestigioso galardón que se concede cada año amparado por la constancia y los desvelos de Julio Cuesta, presidente de la Fundación que lo concede.

Nicolás deja indelebles huellas en el camino. Y ausencia triste. A mí, sin ir más lejos, me faltará el homenaje que él, modélico nazareno del Silencio blanco, rendía a la Centuria Macarena repitiendo mis versos cuando me encontraba.

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