lunes, 24 de diciembre de 2012

EL NACIMIENTO

En mi casa han entrado
veinte pastores,
cuatro viejas lavando
y dos cantores.
Cientos de ovejas.
Y unos patos que corren
tras de las viejas.
En mi casa han crecido
montes y puentes.
Y hasta un rio de plata
con dos corrientes.
Cielos y estrellas,
peregrinos lejanos
y tres camellas.
Un castillo que tiene
grande la puerta
y un soldado romano
con lanza alerta.
¡Qué colorines!
Es como un escenario
de muchos cines.
Mas también pasa
que un aroma de incienso
llena la casa
porque en el centro
de este extraño universo
que tengo dentro
hay un niño chiquito,
recién nacido
y sus padres lo adoran
porque ha venido
el Señor de los Cielos
y está dormido.
¡Qué regalo de lujo!
¡Y qué contento
es montar en mi casa
el Nacimiento!
A Noel lo dejamos,
muy gordo, fuera,
y al abeto gigante
en su ribera.
¡Basta de engaños!
El Belén lo ponemos
todos los años.
El Belén, con la Virgen
y San José
y ese niño chiquito
que siempre ve
a su gente gozosa
cantándole.
Por lo tanto propongo
hacernos chicos
y cantar otro año
los villancicos.
...... 

Lo dije en el XXIX Pregón de la Navidad. Lo repito aquí deseando paz y felicidad a todos los que me visiten en estos días.

sábado, 22 de diciembre de 2012

DIA DE LA SUERTE

Como siempre, el hada mágica se detendrá sobre las cabezas de unos pocos despreciando olímpicamente a los demás. Pero seguirá fracasando en su inveterado propósito de eliminar totalmente las ilusiones que se reverdecen cada veintidós de diciembre.
Escribo estas líneas desde mi nuevo ordenador y tras remediar mi ultima torpeza al no activar la tecla de publicar la entrada anterior cuando la redacté que fue hace cuatro días.
Y lo hago con una cabecita rubia asomada a su teclado advirtiéndome de mis errores. Es la de mi nieta Marta. ¿Para qué quiero un premio mayor?
Me dan pena los abuelos que no saben serlo. Los que se aferran a detener el tiempo que "juye"  con la misma vida, como no se cansaba de repetir, sabia y zahorí, la recordada Lola Flores.
La suerte siempre puede sonreir a nuestro lado. Aunque no lo haga desde el décimo de la lotería. Estos días contienen muchas horas de invitación a la sonrisa. Conviene aprovecharlas y compartirlas con los demás siquiera sea como antídoto de todos los que no saben hacer otra cosa que amargar la existencia al prójimo. Y a la prójima, of course.
AUSENTE A LA FUERZA

Mis relaciones  con la modernidad han dejado de ser buenas.
Me resulta imposible conectarme a Internet. He fracasado en mis intentos personales y he llegado a la conclusión, después de haber molestado a mis familiares y conocidos expertos en la materia, de que  lo mejor que hago es adquirir un ordenador nuevo.
Así lo haré acudiendo  a las facilidades de pago de los grandes almacenes, pero, mientras tanto, no paso por alto el día de hoy que es el de la Esperanza. Mi hija que,así se llama, ha respondido a mis deseos telefónicos de felicidad poniendome los dientes largos narrándome sus visitas a los besamanos.
Suplo mi falta de soltura en el teclado de la Biblioteca Pública de Salteras cerrando estas líneas con algo de lo que dije en el acto de exaltacion  del aniversario de los cuatrocientos años de vida de la Hermandad de la Madrugada que tuvo lugar en el Teatro Lope de Vefa:

Con cuatro siglos de menos
estaba viendo María
si a la tierra volvería
a sus campos nazarenos.
Y,con ojos de luz llenos,
la que es de Gracia Plena,
concluyó:No habrá mas pena,
sino el gozo que más brilla:
Que me quedo yo en Sevilla
y me llamo Macarena


martes, 4 de diciembre de 2012

Un acto de profundo contenido torero

Finalizaba así el amplio resumen periodístico que firmaba dias pasados Carlos Crivell sobre la VII Jornada Taurina anual que, con una gran asistencia de aficionados, que llenaron el nuevo local de la entidad, ha celebrado la Peña de Manuel Jesús el Cid en su pueblo de Salteras. No sobra palabra alguna. Fue ciertamente un acto muy taurino.Con autenticidad. Y cargado de contenido. Baste decir que tenía como hora de comienzo las ocho y media de la tarde y hasta pasadas las once no se sirvió la primera copa del ágape final con el que la Peña obsequiaba a los asistentes. Crivell moderó la reunión en la que José Luis López dio lectura a un documentado estudio sobre los toreros del Aljarafe, Manuel Jesús resumió su temporada, creciente de principio a fin, y el novillero Javier Jiménez, primero del escalafón en su categoría, confesó que nada le agradaría más que recibir la alternativa de manos de Espartaco. Ahora bien cuando la noche alcanzó su cenit fue en el momento en que José Antonio Campuzano permitió que el corazón se le asomase a la boca condensando sus recuerdos con sentidas e inspiradas frases que compusieron una arrebatadora y exquisita muestra de poesía épica. Desde sus quimeras infantiles, contemplando el atractivo mundo del toro como horizonte lejano e inalcanzable, a su decisión de enfrentarse a una res que la primera vez era un novillote manso que lo miraba con ojos asustados. Desde la emoción de aguantar quieto la primera embestida de un utrero de sangre brava hasta el sueño de la oreja inicial y de la alternativa concedida nada menos que por Luis Miguel Dominguín con Paquirri como testigo en el Coso del Baratillo. Pero también desde la primera frase agria que escuchó de un compañero en la puerta de cuadrillas a la marginación a que fue sometido hasta que, tras muchos años de baldíos esfuerzos aparentes, consiguió hacerse un hueco entre los espadas que habían alcanzado la cúspide de la torería. Fue como un aguafuerte contemplado desde el ángulo cenital del matador de toros retirado al que no le tiembla la voz cuando confiesa humildemente sus miedos y decepciones, sus triunfos y sus tardes grises Un rotundo y alargado aplauso rubricó su intervención. Yo había rozado en unas palabras iniciales que, tras los diez años fecundos en los que había ostentado el apoderamiento de Sebastián Castella, ahora podía tocarle la posibilidad de representar al pujante novillero que tomaba asiento a su lado. Ignoro si tradujo el significado de mis frases. Crivell, agudo y rápido, como siempre, demostró que lo había hecho así. Fue en el curso de mis palabras de presentación del acto. Eulogio Reyes, presidente de la Peña, había solicitado mi intervención a la que accedí con mucho gusto. Y me sentí tan importante como alguacilillo de la Maestranza rompiendo plaza.