domingo, 22 de septiembre de 2013

BODA CIVIL CON SALVE ROCIERA


A la amiga de mi “parte contraria” se la llevaban todos los diablos. No podíamos vernos, los dos matrimonios con algún matrimonio más, como últimamente hacemos de vez en cuando los fines de semana, porque tenía una boda en el Rocío.
Hasta ahí todo normal. No es extraño que proliferen las uniones matrimoniales a las plantas de la Reina de las Marismas. Lo anómalo, en este caso, residía en que la muchachita, hija de unos entrañables compañeros de trabajo que era la que invitaba y el muchachito, conocido en su casa a la hora de comer, ya se habían casado por lo civil y la visita al Santuario Almonteño la hacían, ambos de común acuerdo, para adornar el contrato de esponsales con un cierto aroma de incienso y cera impetrando las bendiciones celestes no directamente de la Santa Madre Iglesia sino a través de la Blanca Paloma y su Hijo Bendito, el Pastorcito Divino.

La amiga de mi “parte contraria” dispone con ella de confianza sobrada para no disimularle ni su perplejidad, ni su enfado.
¿Sabrán estos niños lo qué es el matrimonio?... – Le preguntaba a gritos a través del móvil-- Un sacramento. Nada más y nada menos. Y en él los que se casan actúan como ministros…El cura solo va de testigo. ¿Para eso ha estudiado la niña en un colegio de monjas…?

Cualquiera diría que estaba escandalizada.

Yo no llegué a tanto. Escuchaba sin proponérmelo la sarta de exabruptos con la misma sensación incómoda que padece quien se entera de una confesión por estar cerca del confesionario. Pero me ha dado impulso para redactar estas líneas.
Algo estaremos haciendo mal cuando los jóvenes se van al Rocío tras haber firmado su contrato de esponsales. O, al contrario, algo estaremos haciendo bien cuando mantenemos las manifestaciones de la religiosidad popular que las nuevas generaciones eligen como sustitutos de los antiguos ritos.

No se. Doctores tiene la Iglesia. Eso se dijo siempre. Y hace medio siglo se reunieron en el último Concilio. El libro que resume sus trabajos puede mostrarse hoy sobado y acotado por su manejo diario o situado en la biblioteca en lugar estético a cubierto del polvo.
Mucho me temo que esta segunda opción sea la más frecuente.

 

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