viernes, 3 de enero de 2014

LIBROS SECUESTRADOS

Hubo un tiempo en que se prohibían algunas lecturas. Existía hasta un Índice de libros vedados al conocimiento del curioso lector, cosa que hoy nos parece el colmo de la injerencia del poder civil sustentado por el religioso.

En la época que vivimos, afortunadamente, han cambiado las cosas, pero continúa el secuestro de obras escritas. El buen paño en el arca se vende, decían los antiguos. Hoy, como tantas frases acuñadas en el pasado, ésta carece de virtualidad. El buen paño no se vende como no se exponga en una vitrina, se asome en un escaparate y sea movido, fotografiado, filmado y ofrecido por un equipo convincente de vendedores poseedores de los secretos del marketing, palabreja extraña, acuñada allende los mares, que ha tomado carta de ciudadanía por aquí  para vestir de  exotismo lo que siempre se distinguió como comercialización.

El mundo de las obras impresas conoce mucho de sus bienes y se duele en igual medida de sus carencias. Han quedado parcialmente obsoletas las gestiones, otrora ineludibles, de los agentes vendedores a quienes la actualidad supera a golpes de internet y galopes de smartphones. 

Los libros recién impresos por las editoriales poderosas invasoras de mostradores y estanterías a través de las conquistas de un invencible ejército distribuidor aparecen hasta en los anaqueles de los surtidores de gasolina. Los otros, los que solo encontraron la comprensión de las editoras pequeñitas suelen mostrarse en los actos sociales de presentación entre croquetas y cañas de cerveza y luego van desapareciendo del mercado difuminándose como invitados pobres de las galas sociales.

El escritor que habrá estampado su firma al pie de un complejo documento de cesión de derechos por diez años, a cambio de un pírrico estipendio del diez por ciento del precio de cada ejemplar vendido, descontado el IVA, comprobará aturdido que su obra se ha esfumado de las librerías y permanece secuestrada en las pomposas relaciones del catálogo de ediciones de la editorial.

Habrá que recoger un día los títulos de estos trabajos y sacarlos de la sordidez de su encierro como muestra de que en el ámbito de la cultura del siglo veintiuno aun existen los libros prohibidos y sus secuestradores se pasean entre nuevas presentaciones con absoluta impunidad.



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