lunes, 1 de septiembre de 2014

LA VUELTA


Como monedillas sueltas, esas que resultan de la fracción de un billete desbaratado, tornan las palabras en busca de sitio en la bitácora. Se acabó el éxodo. Cae el “cerrado por vacaciones”. La molicie, la pereza, el dulce “far niente”, gozoso no hacer nada, se quedan atrás…

En agosto han pasado cosas y no todas gratas.  Algunos amigos se han ido de viaje también. Y no piensan volver aunque quisieran. Envejecen las noticias que se quedaron sin ser leídas y en el puesto de salida aguardan los protagonistas de las próximas horas.

El cura de mi pueblo de residencia se murió el otro día y al cardenal Rouco le han nombrado un sustituto. El cura se llamaba José María Gómez Martín y lo queríamos todos en Salteras. El hermano mayor de Pasión Javier Criado le dedicó una columna en el ABC que me hubiera gustado firmar. El cardenal no me caía bien. Creo que a muchos más les sucedía lo mismo. Por lo que el Papa Francisco sigue acumulando parabienes.

Su importante puesto lo va a ocupar Carlos Osoro Sierra, un teólogo y matemático español que actualmente es también Administrador Apostólico de Valencia y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española.

Salteras recibió a su nuevo párroco ayer. Y con todos los honores.
Se repiten las ceremonias y se desempolvan las costumbres. La población entera se congregó en la plaza de la Iglesia para dar la bienvenida a su recién nombrado pastor. Es bueno que así siga siendo, pero parecería mejor si, para todo ello, llevásemos a la práctica lo que, con no pocas tensiones ni esfuerzos, se aprobó en el Concilio Vaticano segundo.

Juan Antonio Estrada ha escrito que la existencia de ministros, la misión papal de velar por la unidad de la Iglesia o la estructura sacramental forman parte, en sentido amplio, del derecho divino y, por ello, son irrenunciables. Pero no lo es que el primado papal sea monárquico, centralizador y omnipresente en la Iglesia; o que no se cambie el modelo de ministros (obispos, presbíteros y diáconos) tanto en sus relaciones entre sí y con la comunidad, como en su forma de ejercer la autoridad; o que los sacramentos no puedan adoptar otras formas de realizarse y no necesariamente las actuales.
(La Iglesia,¿ institución o carisma?. Salamanca, 1984 pág. 141)

Hasta ahora ha trascendido que se llama don Antonio y que viene de Lebrija, de donde llegaron acompañándole un grupo numeroso de sus antiguos feligreses que llenaban un autobús, lo que dice mucho en su favor.


O sea, todo como antes en sus mejores circunstancias. El Concilio dijo que podía hacerse de otra forma. Todos los pueblos no son Salteras.

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