miércoles, 8 de octubre de 2014

ÉBOLA,PESTE,MIEDO




Inesperadamente nuestro avión se ha metido en la tormenta. Los elementos, desatados y furiosos, empiezan a zarandearlo sin piedad. Desde la cabina de la tripulación se filtran noticias alarmantes. Una de las azafatas, la que habla mejor inglés, descuelga el teléfono para transmitir a los pasajeros sosiego y serenidad, pero está insólitamente nerviosa y se le nota mucho en el temblor de su voz.

También temblaba la del capitán de la nao, siglos atrás, muchos siglos, en el diecisiete, o quizás antes, cuando los vientos la empujaban sobre el mar embravecido al desatarse la galerna. 

Había miedo entonces como empieza a haberlo ahora. Cinco letras tiene cada una de esas tres palabras: el ébola, la peste, el miedo.Tan lejos nos parecía estar de la primera que no la recoge el ordenador y, al escribirla, corrige nuestro deseo y pone óbolo.

El miedo es el mismo que sufrían nuestros antepasados cuando las calles se abrían en calicatas de carneros no para remendar el pavimento sino para dar sepultura a los muchos que la Parca se llevaba cada día.

Es terrible que la desolación se anticipe a los remedios. Que avance la enfermedad sin que le salga al paso la barrera infranqueable del antibiótico o la pericia del cirujano.


Habrá que volver a la rogativa, a encender en las casas las lamparillas votivas ante las imágenes que suscitan la devoción. Nos estábamos olvidando de rezar. Ahora parece necesario.

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