jueves, 4 de junio de 2015

CORPUS DE AYER


El de los niños que han llegado a abuelos era distinto al que vemos hoy. Había más soldados y más clérigos, pero menos cofradías. La procesión duraba menos y resultaba más desvaída.

El itinerario era el mismo. No saben lo que dicen quienes se atreven a proponer aunque sea por vía de ensayo un recorrido diferente. La procesión tiene a gala no haberlo modificado desde que los niños carráncanos empezaron a pisar sus calles.

Los regimientos de las distintas armas acantonados en la ciudad vaciaban sus cuarteles y desde temprana hora los soldaditos cubrían las aceras de las vías urbanas que recorrería el cortejo tocados con cascos de acero en posición de descanso que alterarían al paso de la Custodia rindiéndole honores con el arma en presente.

El suelo se cubría de olorosas ramas de juncia y romero, recurso medioambiental recogido de los siglos en los que la ciudad carecía de alcantarillado y era la fórmula para  disimular los efluvios de las micciones y detritus que se acostumbraba arrojar desde las casas.

Y los pasos se montaban entre monaguillos y sacristanes catedralicios por lo que era habitual que saliesen con la cera mal fundida o las flores marchitas.

Los cofrades arreglaron todo esto. Tomaron a su cuidado las andas procesionales que desde entonces lucieron argénteos brillos con cirios enhiestos y flores frescas. Y nutrieron las filas de los asistentes con insignias bordadas y llamas litúrgicas.

Ahora dicen los comentaristas de cámaras y micrófonos que son demasiados.

Bueno… también le quitan a Alfonso Décimo el Sabio la autoría de la leyenda heráldica “no m´ha dejado” y se la atribuyen a su padre.
Todo sea hablar en la tele.


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