sábado, 27 de junio de 2015

¿FIN DE LAS COFRADIAS?



Si a estas cuatro palabras  se les borran los dos garabatos del interrogante, la aseveración que se obtiene puede interpretarse en un doble sentido: Finalidad o final.
Por finalidad podría entenderse su necesario objetivo y, por final, la amenaza de su desaparición histórica.

Los  signos interrogativos no contribuyen precisamente a resolver nada, sino que, muy al contrario, envuelven la cuestión  en un temeroso supuesto.
¿Están las cofradías iniciando una senda de planeo que las conduce en progresiva disminución de vuelo a la pérdida de su importancia en la vida religiosa y social?
También puede sustituirse la pregunta anterior por otra menos inquietante, aunque más comprometida: ¿Qué le pide a las Cofradías la sociedad contemporánea?... ¿Hacia dónde deben tender su actividad sin menoscabo de ninguno de sus reconocidos valores, pero sí con una adaptación valiente y responsable aceptando los retos inéditos del tiempo nuevo?

Tal vez en estas reflexiones pueda encontrarse un ensayo de respuestas abordadas desde la óptica escueta de un lenguaje adaptado a la expresión actual de algunos conceptos del catolicismo reinterpretados por la teología.

Convendría advertir a los que se aferran a la tradición que, si la investigación científica avanza en el campo material, también lo hace en el de la espiritualidad  y no hay que escandalizarse ante su resumen en frases que destellan como luminosos de escaparates tales como
-        que Adán, como persona unitaria, no existió,
-        ni tampoco el extraño ejemplar botánico del árbol de la vida del bien y del mal,
-        que, igualmente, no hay constancia de la existencia de Job,
-        que a Cristo no le dieron una bofetada sino un palo en el rostro que afectó seriamente a la nariz y a uno de sus pómulos,
-        que el Cielo de Dios no es el cielo de los astronautas,
-        y que una cosa es un resucitado y otra bien distinta un cadáver vuelto a la vida.
Por ejemplo.

Las cosas son como son. Es, pues, el tiempo de la claridad, del rostro abierto ante la polémica y la duda y la mente preparada para resolverla.

Algunos de los católicos que hoy peinan canas tuvieron hace años a la Biblia, nada menos que a la Biblia, en su versión literal, servida por las Iglesias protestantes, como libro prohibido.

Hoy corren otros días. Y cada uno trae su inquietud.

(Más sobre el tema en mi libro “¿El fin de las cofradías?”. De venta en librerías. Ejemplares firmados en Papelería Veracruz. Jesús de la Vera Cruz, 27)


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