Si a estas cuatro
palabras se les borran los dos garabatos
del interrogante, la aseveración que se obtiene puede interpretarse en un doble
sentido: Finalidad o final.
Por finalidad podría
entenderse su necesario objetivo y, por final, la amenaza de su desaparición
histórica.
Los signos interrogativos no contribuyen
precisamente a resolver nada, sino que, muy al contrario, envuelven la
cuestión en un temeroso supuesto.
¿Están las cofradías
iniciando una senda de planeo que las conduce en progresiva disminución de
vuelo a la pérdida de su importancia en la vida religiosa y social?
También puede sustituirse la
pregunta anterior por otra menos inquietante, aunque más comprometida: ¿Qué le
pide a las Cofradías la sociedad contemporánea?... ¿Hacia dónde deben tender su
actividad sin menoscabo de ninguno de sus reconocidos valores, pero sí con una
adaptación valiente y responsable aceptando los retos inéditos del tiempo
nuevo?
Tal vez en estas reflexiones
pueda encontrarse un ensayo de respuestas abordadas desde la óptica escueta de
un lenguaje adaptado a la expresión actual de algunos conceptos del catolicismo
reinterpretados por la teología.
Convendría advertir a los
que se aferran a la tradición que, si la investigación científica avanza en el
campo material, también lo hace en el de la espiritualidad y no hay que escandalizarse ante su resumen
en frases que destellan como luminosos de escaparates tales como
-
que Adán, como persona unitaria, no existió,
-
ni tampoco el extraño ejemplar botánico del
árbol de la vida del bien y del mal,
-
que, igualmente, no hay constancia de la existencia
de Job,
-
que a Cristo no le dieron una bofetada sino
un palo en el rostro que afectó seriamente a la nariz y a uno de sus pómulos,
-
que el Cielo de Dios no es el cielo de los
astronautas,
-
y que una cosa es un resucitado y otra bien
distinta un cadáver vuelto a la vida.
Por
ejemplo.
Las cosas son como son. Es,
pues, el tiempo de la claridad, del rostro abierto ante la polémica y la duda y
la mente preparada para resolverla.
Algunos de los católicos que
hoy peinan canas tuvieron hace años a la Biblia, nada menos que a la Biblia, en
su versión literal, servida por las Iglesias protestantes, como libro
prohibido.
Hoy corren otros días. Y
cada uno trae su inquietud.
(Más sobre el tema en mi libro “¿El fin de las
cofradías?”. De venta en librerías. Ejemplares firmados en Papelería Veracruz.
Jesús de la Vera Cruz, 27)
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