sábado, 28 de noviembre de 2015

CARTAS PERDIDAS


La funcionaria de la oficina postal que suelo visitar para tramitar mis asuntos por el tradicional servicio de correos miró y remiró las cartas que le llevaba para ser franqueadas y remitir a sus destinos. Olisqueó los sobres. Los acarició. Y me dijo: se las voy a llevar a mi jefe para que disfrute también.

Esto me sucedió el año pasado por estas fechas cuando yo, para felicitar las Navidades a familiares y amigos, había empleado unas hojas de papel crema sobre las que escribí a mano con pluma de tinta líquida y cursé dentro de unos sobres con aire artesano como si regresara a muchos años románticos dejados atrás.

Voy a hacer lo mismo ahora que Diciembre se asoma en el almanaque con el regusto de conferir a mis deseos escritos de paz y felicidad  un aspecto de sobriedad y distinción.

Ahora, por si fuera poco, respaldado por una noticia que ha divulgado la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia según la cual dos de cada tres españoles (el 63,1% de la población) ya no reciben ni envían cartas postales a otros particulares y, de igual forma, más de la mitad (el 53,9%) de los ciudadanos no ha visitado nunca una oficina postal en los últimos seis meses y quien lo ha hecho ha sido para recoger envíos y paquetes.

Me explico el gozo de la funcionaria y me reafirmo en mi voluntad de rescatar o, por lo menos, mantener estas costumbres que el avance tecnológico se esfuerza en ir borrando de nuestras vidas.

He vuelto a comprar el papel crema y los sobres verjurados. Reposadamente he dispuesto sobre la mesa de mi escritorio este recado de escribir. Ya estoy imaginando la sonrisa satisfecha de la funcionaria de Correos.

Y me agrada que me venga a la memoria  la canción de  Roberto Carlos:
Yo soy de esos amantes a la antigua 
que suelen todavía mandar flores… 

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