martes, 8 de diciembre de 2015

DIALECTICA ANTIGUA PARA TIEMPOS NUEVOS


Había que ver el debate y, aunque se dispusiera de conciencia anti borreguil, era preciso sentarse delante de la pantalla del televisor y conectar Antena tres.

Bien. Pues yo fui uno de esos millones de telespectadores que siguieron dócilmente la pauta marcada por la teledifusora y se tragaron el Debate a cuatro que se había sabido vender como el non plus ultra de los avances en comunicación audiovisual.

¡Qué tostón! ¡Que aburrimiento! Hoy puedo decirlo sin arrepentirme porque  lo sufrí a conciencia por haber caído voluntariamente en los argumentos que esgrimieron los autores de la idea.

Si se apunta un ganador, lo tengo claro: Antena tres. Y después Soraya. Fue, para mí, un debate a tres con Soraya de invitada estelar. Pero la tele, como siempre, resultó implacable. La tele desnudó a los que se atrevían a intentar manejarla a su capricho y los osados aspirantes varones al timón monclovita mostraron sus vergüenzas al aire como un día lo hiciera uno de ellos, Rivera, tapándose las suyas al estilo que recientemente copiara en Interview la concejal del Ayuntamiento de Castilleja que vive en Chicago.

Los tres varones se mostraron nerviosos, inseguros en su estudiada y forzada seguridad que Pedro Sánchez sin querer convertía en postura altanera en la que intercalaba conmiserativas sonrisas ante algunas de las respuestas de Pablo Iglesias.  

De programa electoral nothing de nothing. De lenguaje antiguo con atisbos de caduca dialéctica toda la que se quiera. Reiteración de argumentos manidos, verdades inconclusas o manipuladas, lugares comunes, tópicos…

De los presentadores me gustó más Vicente Vallés.

Me acosté tarde. He dormido bien. Desde hace mucho tengo decidido a quien voy a votar. Si no fuera así, hoy estaría hecho un lío.





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