domingo, 6 de marzo de 2016

EN LA MUERTE DE DON PUBLIO


Cuando me disponía a desmontar la orla de luto de la entrada anterior, de nuevo el tañido luctuoso de la campana me ha avisado de otro fallecimiento de un ser querido. El del venerable sacerdote don Publio Escudero y Herrero, alma mater de los Cursillos de Cristiandad, después de que los creara Monseñor Hervás, y clérigo entrañable y ejemplar de profunda significación en el alineamiento del cristianismo militante de numerosas generaciones de mi juventud. Entre ellas, la mía.

Don Publio fue además el cura que nos casó, a mi mujer y a mí, el que bautizó a algunos de mis hijos y el que siempre supo mantenerse en un modesto segundo plano de orientación y de servicio a las necesidades espirituales de mi familia.

Palentino de origen, nació en San Llorente del Páramo y llegó a Sevilla el mismo año de su ordenación sacerdotal, permaneciendo en la ciudad en cuya Catedral llegó a ser canónigo y capellán real.

Su inquietud por el apostolado militante no conoció límites. Era increíble su capacidad de entrega y de trabajo. Su amor por los demás y su memoria prodigiosa capaz de retener rasgos fisionómicos para identificar con nombres y apellidos a todos los que fueron pasando por los Cursillos en la Casa de Ejercicios de San Juan de Aznafarache.

Las Hermandades de Penitencia, de Gloria y Sacramentales y el Seminario Metropolitano fueron recogiendo en un goteo que llega a nuestros días los frutos de estas cosechas de cristianos entusiastas.

Es muy posible que un día le veamos en los altares. Ni herederos de su palabra y su acción católica le van a faltar.

Muchos ya empezarán a rezar a Dios, a su Hijo Jesucristo y a su Madre María por su mediación.

Yo, entre ellos.



1 comentario:

Aoria dijo...

Totalmente de acuerdo, lo de la memoria era increíble, no sólo te reconocía sino que te preguntaba por todo el grupo acordándose de todos los nombres .
Un saludo DECOLORES