Ya en su día me llegó la convocatoria de la Hermandad.
Hoy me aparece repetidamente su foto en el móvil desde temprana hora. Con su
estética de siempre. Con la tierna belleza que supo imprimir Astorga a sus
facciones.
Todo el día recibiendo el homenaje de sus hijos. Con la
mano tendida y el calor filial de los hermanos del Calvario esmerándose cada
año en mejorar el resultado esplendoroso del anterior, con rigurosa sujeción al
severo estilo que impregna las diversas manifestaciones de la Corporación.
El pasado 21 de este mes se cumplieron 52 años desde que
Pablo sexto firmara en el Concilio Vaticano segundo la Constitución dogmática
sobre la Iglesia en cuyas páginas finales, todo el capítulo octavo, figuran las
reflexiones de los padres conciliares sobre la Bienaventurada Virgen María,
Madre de Dios en el Misterio de Cristo.
Se lee en el apartado dedicado a su culto en la Iglesia que
especialmente desde el Sínodo de Éfeso, éste creció por parte del Pueblo de
Dios en la veneración y el amor, en la invocación e imitación según las
palabras proféticas de ella misma que recoge el apóstol Lucas: “Me llamarán
bienaventurada todas las generaciones”.
Así lo hemos seguido proclamando todos los sevillanos
incansablemente un siglo tras otro y de manera ejemplar sus hermandades y
cofradías desde aquel ya lejano 1615 cuando Sebastián de Alfaro gana el
certamen poético con el verso que decía:
En tan soberano pecho, no pudo culpa caber,ni el pecado
imponer techo,a la más noble mujer, que el poder de Dios ha hecho.
Sus nazarenos de la rigurosa cofradía de la Madrugada la
llaman Presentación y la muestran como reina coronada en besamanos mañana y
tarde en la Parroquia de Santa María Magdalena.
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