sábado, 15 de abril de 2017

REPELUCO ENTRE TRADICION E INTERNET


La belleza total en esta Semana Santa ha estado recogida por el sinfín de cámaras y micrófonos que las dos televisiones locales que han actuado, la del Correo y Onda luz, han situado en los lugares acostumbrados por necesarios y hasta en los más recónditos rincones.

Nada igual con anterioridad. El tránsito procesional de las cofradías por la Campana ha penetrado en todos los hogares a través de la pequeña pantalla como venía haciéndose desde años atrás, pero, en esta ocasión, creciendo de manera notable.

No solo se han visto las principales salidas y entradas, sino que se han cubierto los itinerarios más pintorescos y hasta los momentos más íntimos como el histórico de la concordia entre la Macarena y el Gran Poder  para la precedencia de esta última en el orden de la Madrugada.

Han sido espectaculares las secuencias tomadas desde el interior de la Catedral dignas de un cuadro de Groso.

Merced a este despliegue, las fuerzas policiales también pueden disponer de testimonios visuales y sonoros de los sucesos de la Carrera Oficial y calles adyacentes en la noche del Viernes Santo que alguien ha querido convertir en segunda madrugada de pánico tras la de la Semana Santa del año dos mil para que la justicia actúe con rigor y diligencia.

Aquella quedó impune. Es de esperar que ahora no ocurra lo mismo.

La tradición se ha dejado invadir por Internet y la ciudadanía ha comprobado una vez más su vulnerabilidad acrecentada en un espacio temporal tan delicado como la Madrugada.

Las reacciones no han tardado, pero no bastarán si se quedan simplemente en manifestaciones públicas, charlas de tertulia y sesudos comentarios escritos. El tema desborda la responsabilidad de los cofrades. Sevilla se juega su historia de siglos, sus creencias más íntimas y su estabilidad económica si las deja desprotegidas a merced de cuatro golfos que hay que poner en manos de la Justicia.


El repeluco que corre desde los móviles unitarios a las redes sociales empezó siendo de gozo y se ha convertido por desgracia en acuciante timbre de alarma que es preciso atender de inmediato.

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