miércoles, 13 de septiembre de 2017

APERTURA DE CURSO


Empieza el curso y no puedo ir con mis nietos a comprar los libros a la calle Sierpes porque las librerías dedicadas a ello que había en esta popularísima vía, arteria central de la vida cultural de la ciudad, han cerrado.

De no haber sido así los habría llevado a mirar los escaparates de Eulogio de las Heras, amplísimo establecimiento que abría sus puertas en lo que es hoy una tienda de óptica, frente a una de las cafeterías que aún quedan de la Cadena Catunambú.

Don Eulogio era maestro de escuela, de los docentes de aquellos tiempos que poseían una profunda formación humanista y había aparcado el ejercicio de su carrera para regentar estas instalaciones de su propiedad cuya dirección compartía con un ilustre macareno, Antonio Pérez Portero.

Ambos poseían abundantísimas relaciones tanto con el gremio de los enseñantes como con la clerecía y el mundo de las hermandades, aunque en este aspecto eran superados por Rafael Rodriguez que, en la calle paralela, es decir en Tetuán y dando frente al Teatro San Fernando, disponía de un local parecido  aunque muchísimo más pequeño, la Librería religiosa que llevaba su nombre y en la que se daban cita ilustres cofrades formando una tertulia que competía con la que funcionaba en las oficinas de González Serna, la empresa de mudanzas que estaba en la misma acera.

Otro mundo. En Eulogio de las Heras departían lo más granado de los formadores escolares, con sacerdotes distinguidos en la archidiócesis y escritores y divulgadores de libros científicos y recreativos.

En la librería de Rafael Rodríguez, que era del Silencio, se nombraban pregoneros y se ponían y se quitaban bandas de música.

Con don Eulogio se encargaban de mantener este peculiar ambiente Jiménez, siempre embutido en un pulcro baby y Aparicio que era del Buen Fin y se ocupaba de tareas menos relacionadas con el público comprador.


Uno de ellos me sugirió un día que comprase la Enciclopedia Autodidáctica de Dalmau Carlés. A disposición de mis nietos la conservo como una joya.

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