viernes, 26 de enero de 2018

MOVILES INVASORES



Las familias no hablan entre sí. Los niños se relacionan con las maquinitas que llevan a todas partes. Los matrimonios abandonan eso tan saludable de poner en común mediante el  intercambio de pareceres todo lo que tanto afecta a la pareja como es el desarrollo de la vida matrimonial y la educación de los hijos. Los jóvenes dialogan entre ellos, pero siempre con la mediación del artilugio informático, cada vez más desarrollado y más exigente con la dependencia sin fisuras.

Estamos siendo invadidos por las maquinitas. Se llamen como se llamen: móviles... smartsphones...  tablets...

Odio las maquinitas. Cavan una profunda sima en la comunicación entre abuelos y nietos y esta circunstancia no es nada baladí y me afecta profundamente por razones de edad.
Niño criado por abuelo, nunca muchacho bueno, decía el antiguo refranero. Hoy las maquinitas ni siquiera nos dejan a los abuelos malcriar a nuestros nietos. Para eso están ellas que a saber qué les ofrecen y con qué propósito.

Cada vez que aparece en la tele un pedagogo, un médico o cualquier sociólogo y habla de los efectos de los móviles y sus desarrollados sucedáneos corro a llevar sus avisos a quienes considero responsables domésticos del uso sin medida ni control de estos artilugios.

No creo ser timorato, ni asustadizo, ni ignorante. Y mantengo mi curiosidad y agradecimiento a las ventajas de la modernidad. Pero tengo los ojos abiertos. Y no me gusta nada esta invasión.

martes, 9 de enero de 2018

METEOROLOGIA ADVERSA


Nubarrones negros en el horizonte del nuevo año. Pasada las alegrías forzadas de las festividades navideñas, la realidad vuelve a imponerse con descarnada crudeza.

Los sueldos no suben y las pensiones tampoco en el porcentaje que debieran y, tras tres años con crecimientos del Producto Interior Bruto superiores al 3% y con una previsión de crecimiento medio del 2,5% para los próximos ejercicios, iniciamos 2018 con la amenaza de una nueva pérdida de poder adquisitivo.

Sin ir más lejos el recibo de la luz se encarece un 33 % desde estos días. Un recuerdo que nos deja helados y no precisamente del frío polar que tiñe de blanca nieve el escenario.

Y, mientras tanto, la comisión del congreso que debía encargarse de ello no ha admitido a trámite la proposición por la cual los políticos dejarían de cobrar del Estado una vez finalizado su mandato


Al menos 500,000 españoles, según contó Jordi Ëvole en televisión, habían firmado la pertinente solicitud que solo persigue eliminar la que a todas luces es una injusta prebenda, pero está visto que nuestros representantes públicos se enfrentan entre ellos hasta por nimiedades absurdas... menos cuando se trata de defender  la olla gorda en la que  meten la cuchara.

domingo, 7 de enero de 2018

LA ESTELA DE LOS MAGOS


Esa cola luminosa que fue dejando la estrella conductora de los enigmáticos personajes que visitaron a Dios acabado de hacerse niño en Belén y que hoy todavía estudian los sesudos investigadores del hecho bíblico, que relata el apóstol Mateo, sin encontrarle explicación plausible, deja también, cada año, un impalpable reguero de felicidad.

Escrito esto así puede parecer un rezagado y obsoleto comentario sobre la llamada fiesta de la ilusión, pero no es tal. Cuando los matrimonios que resisten el vendaval de las separaciones permanecen unidos, a sus vástagos pueden ofrecerles las mentiras golosas de las visitas imposibles de los tres monarcas cargados de juguetes cuya presencia se acredita dejándoles tres copas de anís y unos dulces navideños al lado de los zapatos.

Esto era lo tradicional que, pese a todos los intentos de descrédito, se mantiene hasta nuestros días. Con sustanciales alteraciones generacionales inevitables. Los niños crecen, se hacen adultos y nuevos críos ocupan el puesto de los anteriores.

Los padres se hacen abuelos y, al llegar al otoño de sus vidas, ocupan el mágico ámbito artificial de la superchería que antes se reservaba exclusivamente a la inocente credulidad de la infancia.

Los Reyes Magos me han traído este año, entre los regalos esperados, algunos objetos sorprendentes: las misivas de acompañamiento con las que mis nietos suplantaban a los regios mensajeros firmando como ellos.

Cartas redactadas en el ordenador contagiadas de las nuevas grafías de la comunicación a través de móvil, pero confeccionadas con terminología ampulosa simulando estar escapadas del dictado de Melchor, Gaspar y Baltasar.

Para mí es la estela de los magos. El mejor regalo que podría haberles pedido en esta ocasión..

 

miércoles, 3 de enero de 2018

LOS REYES MAJOS


Los niños de mi época cuando queríamos fastidiar a alguno de la pandilla le amenazábamos con decirle quienes eran los Reyes Magos, señal evidente de que se trataba de un secreto bastante conocido que se guardaba por conveniencia.

Todavía no había llegado Papa Noel ni ninguno de los competidores de los regios personajes que hoy se adelantan a su visita con el inocente (pero menos)  propósito de que los regalos se multipliquen por dos.

No había más reyes que los reyes y tampoco eran monarcas sino astrónomos anticipados a los modernos telescopios y a los satélites artificiales que confunden su brillo  con el de las estrellas en las despejadas noches de la sequía.

Una chiquilla morenilla con los ojos muy negros y muy grandes miraba sentada en el primer peldaño de una escalera el espectáculo luminoso de la noche estrellada. Me dijo que se sentía bien y que estaba segura de que allí había vida.

El Rey Alfonso décimo que era sabio y poeta probablemente lo creía también cuando ejercía como estrellero en sus horas libres en los Alcázares sevillanos.

Mirando a las estrellas supieron los tres enigmáticos personajes que se reproducen en todas las Cabalgatas el nacimiento del Niño Dios. Menos Artaban, el cuarto rey, que llegó tarde.

Pero tampoco estamos seguros de que fueran cuatro. San Mateo que es el único evangelista que refiere la visita, no lo aclara. Y ya, en nuestro tiempo, el Pontífice emérito Benedicto XVI tampoco se entretiene en eso, aunque descubre que sus meditaciones le llevan a concluir que eran andaluces de Tartesos y así lo escribió en un libro sobre la infancia de Jesús que hace unos años le publicó Planeta.


(Por eso he titulado este texto no con error ortográfico de los que hoy abundan  hasta en la tele cuando el redactor de rótulos  escribe  “detrás suyo” o “delante suyo”, sino a propósito. Mago se escribe con ge y Majo con jota. Hasta ahí llego)